Me perseguían, no estaba segura quién, pero esa sensación me tenía presa de la angustia. Un escalofrío recorría todo mi agitado cuerpo que rápidamente avanzaba por la calle. Me paré en un kiosco a comprar un paquete de cigarrillos. Voltee la cabeza para ambos lados: desolado paisaje. Solo faltaba que se apague la única luz de la calle y que comience a llover para completar el tétrico paisaje en el que me encontraba. Llegué a la puerta de una casa, y toqué timbre. Un hombre alto y con barba candado me hizo pasar, como si lo conociera de toda la vida entré y lo hice sentar en un sillón de cuero negro.
Quité mi abrigo con una sensualidad aparente, debajo de él un baby doll negro, con una cinta de razo que abrasaba mi cintura. Me acerqué a el lentamente y le quité la remera. Su pecho era inmenso. Él me arrancó la vestimenta y yo separé mis piernas para colocarme justo encima de su erección. Un brusco golpe en la puerta me transportó a una cocina. Un hombre me gritaba y yo lloraba a moco tendido ante el tono de voz con el que se dirigía. Sentía una presión en el pecho que me oprimía y no me dejaba respirar. No me animaba a mirarlo a la cara, sabía que eso me iba a destruir por dentro, las palabras se tropezaban antes de salir de mi boca y solo cosquillas producían mis palabras ante la intensidad de aquellas que me reprochaban. Me mantuve en pie solo por inercia, intenté disculparme pero el suelo desapareció, las paredes se enegrecieron y un sonido taladante me dejó sorda.
Quité mi abrigo con una sensualidad aparente, debajo de él un baby doll negro, con una cinta de razo que abrasaba mi cintura. Me acerqué a el lentamente y le quité la remera. Su pecho era inmenso. Él me arrancó la vestimenta y yo separé mis piernas para colocarme justo encima de su erección. Un brusco golpe en la puerta me transportó a una cocina. Un hombre me gritaba y yo lloraba a moco tendido ante el tono de voz con el que se dirigía. Sentía una presión en el pecho que me oprimía y no me dejaba respirar. No me animaba a mirarlo a la cara, sabía que eso me iba a destruir por dentro, las palabras se tropezaban antes de salir de mi boca y solo cosquillas producían mis palabras ante la intensidad de aquellas que me reprochaban. Me mantuve en pie solo por inercia, intenté disculparme pero el suelo desapareció, las paredes se enegrecieron y un sonido taladante me dejó sorda.
Sonó el despertador a las 6am. El dolor de cabeza mezclado con la resaca eran un explosivo mortal. El gusto rancio y amargo en mi boca me hizo recordar la adolescencia, donde lo único que importaba era bailar hasta perder la conciencia, descontrolarse y perfilar candidatos para la noche. Como pude entre maldiciones, esquives y puteadas lo apagué para seguir durmiendo –los Domingos no se trabaja- pensé. Al instante recordé por qué me había costado tanto apagarlo, a mi lado recostaba un cuerpo totalmente desnudo y agotado.
Se me produjo un nudo en el estómago de un tamaño considerablemente importante. Corrí al baño levanté la tapa del inodoro y descansé mi cabeza allí, recogiendo mi pelo con la otra mano. Recordé el sueño con miedo, al mirar hacia el cuarto y ver a aquel hombre, me estremecí. Hacía un tiempo, ese sueño no había sido un sueño; sino un error: un boliche y copas de alcohol me hicieron cometer el desastre del que me arrepentiría toda la vida. El sujeto del sueño que me gritaba era Ignacio, el hombre de mi vida. Que si bien en ese momento me había perdonado no supe mantenerlo en mi brazos y le di rienda suelta, a lo que por miedo, debía haberme aferrado.
Sin pensarlo dos veces intenté despertar a la momia que yacía en el lado izquierdo de mi cama. Lo moví un par de veces, sin éxito – ¿cómo mierda se llamaba?- Intenté volteándolo –algo así como Ma, Me, Mol…- pero no reaccionaba, y era más pesado que un caballo. –Ma, me suena ma… ma, Manuel!- Luego de varios intentos, abrió los ojos, y lo primero que dijo fue: -Hola mi amor- Y me besó en la mejilla…- ¿Mi amor? Huy cagué me enganché a un pelotudo!-
-Escuchame yo no quiero ser mala onda, pero no soy tu amor ni nada que se te ocurra, y en este momento necesito que te vayas.
Perplejo por la frialdad de mi comentario, se detuvo a mirarme; de a poco su cara de dormido comenzó a transformase en odio. Mientras se vestía, recordó toda mi familia y sin vergüenza me echó en cara mis mejores cualidades para ser una hija de puta y lo que menos hizo fue prometerme que me llamaría.
No me importaba, ni bien se fue, abrí la heladera y me interné en mi cama para ver televisión y comer helado. El mejor amigo de la depresión y la angustia. No estaba con ánimo para ver a nadie, y mucho menos, para darle explicaciones a ningún tipo de desconocido nacido tras una noche de éxtasis. La soledad era mi mejor amiga ahora, quizás a la noche, me dignaría a llamar a mi terapeuta.
2 comentarios:
era trola la mina?
jajajajno XD
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